Reflexión día de Pentecostés

Departamento de Espiritualidad

¨ No apaguen el fuego del Espíritu ¨. (1Tes. 5,19)

La presencia del Espíritu es una llama, no es en vano que San Pablo usa la palabra apagar, que es hacer que deje de quemar, de brillar.

¿Y cómo se puede apagar el Espíritu? Cuando no desarrollamos sus frutos. El pecado tiene el poder de apagar esa llama dentro de nosotros, pero el error más grande es pensar que sólo porque no estamos viviendo en el pecado esa llama nunca se apagará. Cuando recibimos al Espíritu Santo recibimos poder (Hechos 1:8). El problema es que, generalmente, no usamos ese poder de manera correcta.

¿Alguna vez te detuviste a pensar cuánto poder tiene cada fruto del Espíritu Santo? Pero día a día solo veremos ese poder si lo usamos. ¿Has usado la fe como deberías usarla? ¿Y la paciencia? ¿En las luchas, injusticias, has usado la alegría?

Lo que sucede es que no lo usamos como deberíamos usarlo, como Dios espera que lo usemos. Ellos se van apagando; apagando hasta que te das cuenta que está frío y distante.

Lo más interesante de este versículo es que no se trata de un simple consejo, sino de una orden para que no apaguemos el Espíritu (Santo) dentro de nosotros. Es una actitud, un cuidado personal.

Cuando decimos que la fe es como un músculo, que cuanto más se ejercita, más se desarrolla, no solo es así con la fe, sino con cualquiera de los frutos del Espíritu Santo. Cuanto más se ejercitan, más crecen. Si deja de ejercitarlos (usarlos), ellos se atrofian.

"Siempre habrá resistencias al Espíritu Santo, siempre, hasta el fin del mundo. Que el Señor nos de la gracia de saber resistir a lo que debemos resistir: lo que viene del maligno, lo que nos quita la libertad, y sepamos abrirnos a las novedades, pero sólo a las que vienen de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo, y que nos de la gracia de discernir los signos del tiempo para tomar las decisiones que deberíamos tomar en ese momento". (Papa Francisco).

Que estos tiempos tan convulsos que nos ha tocado vivir en Venezuela, donde algunos implementaron una ideología caducada de muerte y destrucción con intención premeditada de apagar el fuego del Espíritu, llamando lo anormal como normal o lo malo como bueno, podamos perseverar con la oración diaria y vida sacramental la fuerza que nos viene de Dios para seguir adelante y compartirla con aquellos que viven sin esperanzas y entristecidos por diversas razones que no citaré, porque para todos es conocido.

Siguiendo el ejemplo de María, aprendamos también nosotros a reconocer la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, a escuchar sus inspiraciones y a seguirlo dócilmente. Él nos hace crecer según la plenitud de Cristo, según los frutos buenos que el apóstol san Pablo enumera en la carta a los Gálatas: "amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Ga 5, 22).

Oración al Espíritu Santo

(Cardenal Verdier).

¨Oh Espíritu Santo,

amor del Padre y del Hijo,

inspírame siempre lo que debo pensar,

lo que debo decir, cómo decirlo,

cómo debo actuar, lo que debo hacer,

para gloria de Dios,

bien de las almas

y mi propia santificación.

Espíritu Santo,

dame agudeza para entender,

capacidad para retener,

método y facultad para aprender,

sutileza para interpretar,

gracia y eficacia para hablar.

Dame acierto al empezar,

dirección al progresar,

y perfección al acabar¨.

Amén.

Lic. César Manuel Díaz M.

Dpto. Espiritualidad

Consejo Central.

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